martes, 14 de octubre de 2008

En defensa del derecho a existir


Dice un compañero chileno que las necesidades básicas del ser humano son la subsistencia, protección, afecto, entendimiento, identidad, participación, creación, ocio y libertad. Mantiene que si alguna de estas necesidades es vulnerada las personas no tenemos posibilidad de desarrollarnos (nos subdesarrollamos, pues).Para poder existir plenamente debemos poder pensar y actuar en busca de satisfacer estas necesidades. Para ello necesito poder hacerlo en los espacios públicos (instituciones y mecanismos sociales que me permitan buscar estas necesidades) y en los espacios íntimos personales y familiares.

En los espacios públicos necesitamos de una reglas de juego plurales, donde nadie pueda imponer su propia visión del mundo, su identidad o sus necesidades a los otros. Actualmente las reglas del juego máximas se presentan en la Constitución de las naciones o en la Declaración Universal de los Derechos Humanos a nivel planetario. Y el trabajo de crecimiento personal se realiza de manera íntima a través de la conciencia subjetiva y de la ética interpersonal o social. Es decir, yo puedo autodestruirme y tengo derecho a no crecer, pero no puedo nunca imponer mi propia visión del mundo, necesidades o identidad a los otros. Los zapatistas nos recuerdan esto siempre "queremos un mundo, donde quepan muchos mundos".

El viernes 10 de octubre de 2008 en el auditorio Douglas Stuart de la UNAN de Matagalpa, el proyecto artístico mestizaje compuesto por el grupo de teatro internacional Mundos Contrarios y el grupo de teatro matagalpino Nuestra Cara del colectivo de mujeres de Matagalpa nos presentaron una obra de teatro mundialmente reconocida del dramaturgo Bertold Brecht: "Círculo de tiza", donde una criatura cuidada durante mucho tiempo por diferentes personas al final se debate entre dos personas que reclaman su propiedad. Un juez contradictorio, tan entrañable como borracho, al final, decide que será la prueba del círculo de tiza quien decida con quien deberá estar la criatura. La prueba consiste en introducir a la criatura en un círculo de tiza y que tirando de ella las personas que la reclaman se apropien. Claramente la única persona que no quiere maltratar y apropiarse de la criatura es su legítima custodia. Muchos y muchas de las personas presentes en ese auditorio acabamos emocionados, llorando y aplaudiendo esta representación de una sana justicia universal. La propia criatura era el fruto de las diferentes luchas por el derecho a existir y responsabilizarnos de nuestra propia vida y desarrollo. La criatura representaban los principios, ideas y mística que empujaron los grandes avances de la humanidad, las grandes revoluciones sociales, los pasos hacia una mayor fraternidad, igualdad y libertad. Esa criatura era de todos y todas, era el patrimonio de generaciones enteras que lucharon por un mundo mejor, no podía ser apropiada por nadie, no podía ser usada por nadie. Y entre lágrimas, hondos suspiros y puños apretados de rabia reflexionamos sobre el contenido de la obra.

En esos procesos de lucha a veces sacrificamos el crecimiento personal y los espacios íntimos por un ideal más alto, a veces sacrificamos nuestra cercanía a nuestra propia familia, a nuestros hijos e hijas, a nuestro compañero y compañera, pues pensamos que el mundo mejor que construimos les compensará. Y dentro nuestro se concentran dolores, sacrificios, traiciones a nuestra conciencia y a nuestra ética en aras de un desarrollo social futuro. Con el paso del tiempo tratamos de curar estos dolores, de trabajar la salud mental de nuestra conciencia y construir una ética en nuestras relaciones con los y las demás. Muchos grupos de mujeres, jóvenes, ecuménicos, ambientalistas y otras expresiones de los movimientos sociales han brindado y abierto espacios para estos procesos de sanación y desarrollo personal íntimo. Y muchas personas se acercaron a estos espacios y empezaron procesos de duelo personal, de reconstrucción de su afectividad, de reconciliación familiar con los hijos y personas abandonadas por un ideal. Un trabajo que ha comenzado en Nicaragua y en otros muchos países donde se realizaron luchas y revoluciones sociales. Pero un trabajo lento en sus frutos..., a veces un trabajo de generaciones para que los jóvenes puedan entender las actitudes de las generaciones que les antecedieron y para que las personas adultas puedan reconciliarse consigo mismas.

A pasado demasiado poco tiempo para poder sanar y curar las heridas. Muchas personas siguen con esa separación entre su proceso interno de desarrollo personal y el proceso de representación pública de unos ideales y principios. Pero esos principios e ideales son de todos y todas, construidos por la colectividad y cuando se convierten en realidad es cuando se integran dentro del desarrollo íntimos de las personas. Sino encontramos sociedades desfragmentadas y divididas consigo mismas. En Nicaragua se llevan más de treinta años debatiendo sobre la división y polarización sandinismo – antisandinismo; cuando la división más grande y profunda, está dentro de las personas que están en esa dicotomía. Sus experiencias personales, su conciencia y su ética son sacrificadas por una posición pública en la polarización alimentada en todos los espacios públicos.

Es hora de enfrentar nuestro interior, de escuchar nuestras heridas, dolores, sacrificios, duelos y así dejar paso al desarrollo interno de nuestro ser que haga que nuestras posiciones políticas sean integrales. Un pueblo desfragmentado entre lo que dice su corazón y lo que dice su razón es un pueblo roto y sin energía para encarar su propio desarrollo. Debemos hablar sobre nosotras y nosotros mismos, podemos desnudar nuestro corazón para que los ideales por los que lucharon nuestros abuelos, madres, hermanos florezcan en nuestros corazón y dejen de sonar huecos en los discursos públicos y oficiales. Hemos luchado por construir un mundo donde podamos confiar en los y las demás. Debemos seguir juntándonos, reuniéndonos, deliberando, llorando, riendo, gritando, susurrándonos, mezclando nuestras diferencias, respetándolas, aprendiendo y creciendo juntos y juntas. No volver a desconfiar, a esconderse, a huir. Pues de nuestro interior, de nuestro alma, de nuestra conciencia nunca podremos huir..., somos eso..., lo podemos traicionar, pero nunca huir. Solo cuando nuestros interiores se miren desnudos, se sientan tan iguales en su desnudez y tan diferentes en sus experiencias, entonces reconociéndonos podremos reconstruir y honrar a todos nuestros ancestros y entender sus sacrificios, auque fuéramos parte de ellos, pero para ello debemos escuchar y hablar desde el corazón. El corazón de cada una, de cada uno, el corazón del mundo y de toda la vida.

Hoy la lucha de los movimientos sociales tiene dos escenarios: el público donde debemos cuidar las reglas sociales (Constitución) que reconocen la pluralidad de opiniones, visiones, peticiones, identidades y necesidades de cada persona. Y el íntimo y personal donde tenemos que reencontrarnos con nuestra esencia y platicar con ella. Sólo así podremos reconciliar e integrar nuestras diferencias, respetarlas y cuidar a nuestra criatura común, a los ideales y principios por lo que han luchado millones y millones de seres humanos antes que nosotros....¡la lucha sigue!.

Faru – desde los movimientos sociales


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