jueves, 30 de julio de 2009

Honduras; la herida imperdonable

Estoy intentando convertir en algo positivo esta profunda indignación que me causa el horror perpetrado el día de hoy jueves 30 de Julio por los militares y policías de Honduras a lo largo y ancho del país, especialmente en Tegucigalpa.

Roger Abraham Vallejo, un maestro que formaba parte de la toma de carreta del Norte de la capital en la zona del Durazno, recibió una herida de bala que atravesó su cráneo y está siendo intervenido en el Hospital Escuela. Cientos de heridos y detenidos, hombres, mujeres, menores de edad, civiles y periodistas.

Desde otros rincones del país van apareciendo mujeres violadas y se manejan números indeterminados de personas desaparecidas durante los últimos días; así mismo, se denuncian agresiones similares en otras tomas organizadas el día de hoy en Comayagua, Ocotepeque y San Pedro Sula.

Daniel Molina, vocero oficial de la Policía, declara que la disposición que les orienta es que “toda manifestación en vía pública será desalojada” a la vez que hace un llamado a la dirigencia del Frente de Resistencia para que sea “prudente y responsable” como haciendo eco a las palabras desconcertantes de Cliton, haciendo hincapié en que procederán de igual forma contra cualquier otra toma de carretera que se pretenda organizar.

Entonces me pregunto cómo superar esta última arremetida de las fuerzas de seguridad que comienzan a penas a mostrar su garra y colmillo, con la clara intención de paralizar a la resistencia que se manifiesta, para cortar de cuajo el camino iniciado más de un mes atrás para reivindicar un verdadero Estado de Derecho y no de la “Derecha”.

Y es que estas noticias no pueden menos que sacudir nuestra humanidad que a claras luces se ha visto ultrajada aún, o quizás sobre todo, en aquellas personas que siguen insistiendo que “las personas manifestantes se lo han buscado.”

Y me pregunto, ¿cómo perdonar estas palabras cómplices entre todas las voces?

Y aunque puedo escapar al impulso de arder con toda la fuerza de esta ira condenzada en el aire, lo que me sucede es que me quedo fría, desconcertada. Me resisto a la idea de tratar de entender la situación y los sentimientos de quienes han herido al pueblo o quienes avalan estas heridas.

Y me vuelvo a preguntar, ¿es posible olvidar estas heridas, dejar de sentir indignación o incluso me cuestiono si sería un error perdonarles?

Más de cincuenta años después de la segunda guerra mundial, algunos de los internados en campos de concentración de las junglas asiáticas aún hoy traman venganza y recuerdan los efectos duraderos de las torturas que sufrieron.

Aquí, hoy, el resentimiento ya se ha asentado en la población hondureña y sus miradas hacia las distintas instancias que deberían velar por la libertad, la justicia y la protección son de desconfianza cuando menos, de repudio en sus extremos. Ni siquiera instancias “humanitarias” como la Cruz Roja Hondureña escapan a esta nueva visión.

Y es que el dolor que siente el pueblo desarmado en las calles nace de reconocer que la herida es imperdonable pues ha sido hecha a personas a quienes se ama.

¿Cómo podrán perdonar los familiares del maestro Roger A. Vallejo la agresión que él ha sufrido la tarde de hoy de manos de un miembro de la Policía Preventiva? ¿Cómo perdonará la dirigencia magisterial este brutal atentado a uno de sus miembros? ¿Cómo recuperar el respeto y la confianza al cuerpo policíal?

Por favor, ayúdenme a encontrar respuestas que me hagan recuperar aunque sea un poquito de esperanza.

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"La libertad es siempre estrategia"
Edgar Morin

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