Compañer@s Hondureñ@s.
Amig@s.
Herman@s.
A todos nos queda un sinsabor amargo, allá en lo profundo del pecho. Un vacío en el estómago, saliva que sirve a medias para humedecer la boca y que debemos escupir a escondidas. Pena ajena. Una vergüenza absoluta gracias a los truhanes delincuentes de cuello blanco, y uniformes verdes, hemos de agregar. La consternación mundial es gigantesca, la opinión de todas las naciones se levanta latente, cada vez más indignada ante una situación tan ridícula como inmensa es la ceguera de los golpistas. Observo fijamente el teclado antes de digitar la siguiente vocal o consonante sin dejar de preguntarme: ¿Hasta cuándo, carajo? ¿Cuántos heridos hacen falta? ¿Cientos de desaparecidos quizá?
No puedo entender qué estará pasando bajo los cerebros de alfiler de estos trogloditas. Cada vez que encorvan las cabezas y sus dos neuronas hacen contacto, una nueva concepción perversa ve la luz y decenas de hondureños a su vez pierden la vista al son de los garrotes, disparos y opresión. Mordor, camaradas, se nos está quedando pequeño. Temo tanto como ustedes al poder de la palabra, por ello las extensas pausas antes de escribir. También me estremece la desinformación, o la información fraccionada, a medias, sesgada, que no es sino otra manera de engaño.
Una de las virtudes de la historia es ofrecernos una lección, como seres humanos, para que no cometamos de nuevo las atrocidades del pasado. A los sectores conservadores hondureños parece habérseles olvidado por completo épocas lamentablemente recientes que sajaron de manera sangrienta el destino de pueblos enteros. ¿Será que nunca aprendieron de historia? Tal vez deciden qué parte de la historia deben tomar como referente y cuál deben desechar, así como deciden quiénes deben vivir, cuántos pasarán hambre, qué modelo de auto comprar y hasta dónde su propio pueblo debe sufrir. Y claro, también deciden qué parte del pueblo padece, quiénes serán golpeados, quiénes secuestrados, heridos y muertos. La fórmula, sencilla: una orden al ejército que siempre cerca los pasos de la oposición. Alguien que se levanta en contra pasa a ser un nombre y apellido más escrito en la lista; y si no escapa pasará a ser un nombre y apellido menos en el mundo. Por allí no han de faltar dos, tres o miles de hombres y mujeres, con nombre y apellido, claro está, pero que los dejaremos como reserva del sumario. Hombres y mujeres que gritan en las calles, que marchan entonando cantos para que no se escuchen los rugidos de las balas, que se abrazan ante los tanques de guerra, que se dan la mano para no decaer, que dormitan incómodos en el asfalto para permitir que en el futuro los hijos sueñen tranquilos en sus camas…
—Cómanse algo. Llevan horas con ese plato de comida. Parecen niños —dijo la mujer.
—Mujer, si vos tampoco has comido nada —contestó el esposo—.
—A mí es que me da pena, pero no tengo hambre ahora —agregó el vecino.
—El uno periodista, el otro revoltoso, pero a la hora de llevarme la contraria no son más que unos cipotes —sonrió ella.
—Mire, vecina, la verdad es que estamos pensando en salir a marchar mañana también.
—¿No vieron las noticias? esto se va a poner pesado.
—Lo sabemos, lo sabemos. Pero si nos quedamos quietos hacen con nosotros lo que se les dé la gana.
—Como lo han venido haciendo.
—Sí, en eso tiene razón. Pero es que hay límites.
—Entonces yo voy con ustedes.
—Entonces ya somos tres. ¿Qué más dijeron en las noticias? —preguntó el marido.
—Que aquí no hay a qué temerle, pero que mejor no salga nadie a la calle a protestar. Que los que quieran salir a gritar, bien puedan hacerlo apoyando a Pingüiñoño. Que el país está en calma y saliendo adelante, pero que para no agarrar demasiada carrera, mañana frenamos cortando el comercio con otros países; de paso los hacemos sufrir para que vean lo poderosa de nuestra nación. Que les van a regalar viajes a la mayoría de embajadores de otras naciones para que salgan de aquí unos días y que vean que al nuevo gobierno no le hace falta dinero. Que los niveles de inseguridad en la noche han decrecido notablemente, entonces están pensando en ampliar el toque de queda. Que a la gente que viene en buses de otras regiones el ejército le va a dar un tour en las afueras de la ciudad. Además mostraron las imágenes de la renuncia de Zelaya, el video del alunizaje gringo, dos unicornios de paso en Olancho y otras verdades. Ah, y que gracias al ejército y sus labores ya casi no tenemos gripe porcina.
—Disculpe, vecina. ¿Sabe quién le puso ese apodo de “Pingüiñoño”?
—No tengo idea. Pero en la televisión no lo llaman así.
—Ni más faltaba. ¿Y esa foto? —preguntó el otro.
—Un retrato donde le enfocaron el lado amable.
—Mirá vos.
—¿A ver? Sí, está belleza el Pingüi.
—¿Y el mundo entero? —intuyó el vecino.
—De ese no dicen nada. Como que se congeló. Ojala se hayan enterado de todo lo que está sucediendo aquí. Hoy escuché a una señora frente a la casa gritando: “Al mundo entero, le pedimos ayuda. Nosotros no tenemos armas, sólo nuestras voces”.
—Por lo pronto a luchar desde adentro. No nos vamos a dejar engañar. ¿Vos en qué canal viste todo eso?
—En ninguno, amor. No prendí el televisor. Estaba inventándome cosas, tal como ellos lo hacen. Al fin y al cabo da la misma y no gasto energía, que por otro lado la cortan dentro de poco —concluyó la mujer.
Hoy la ONU respaldó con aplausos al presidente Zelaya, a la democracia. También puede interpretarse como una manera de aborrecer a los militares y los Golpes de Estado. Tristemente en CNN, el Canal que Niega Noticias, cientos de hondureños gritaban en el parque central: ¡Que viva el ejército! Mientras aplaudían a un militar, campante y sonante luego de que habló el títere de turno. Escena desgarradora. Esperemos que recuperen la conciencia, que abracen a sus hermanos y que termine toda esta escena de terror, que por otro lado no ha perdido su toque de comedia. Si alguien no lo cree, sólo hace falta ver las respuestas que dan ante los medios los representantes del Gobierno de Facto. No es necesario ver programas de humor, con eso es suficiente. Tampoco Nickelodeon, ustedes me entenderán.
Mañana continúan las manifestaciones y las amenazas. ¿Cuándo se dará por vencido este gobierno ilusorio y conservador? ¿Hasta dónde hará sufrir al pueblo a sabiendas de que ya todo lo han perdido? ¿Cuál será el As bajo sus mangas? ¿De qué baraja?
Alfa.
Buenos Aires.
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